
En estos días muchos salieron a criticar al fútbol argentino porque los clubes que participaron del nuevo Mundial de Clubes, Boca y River, no lograron superar la fase inicial. Se habló de fracaso dirigencial, de Claudio Tapia, del formato de los 30 equipos… pero es momento de hablar con argumentos concretos. Porque si no se entiende el contexto, no se entiende la realidad.
Primero, recurrir al efectismo de la bipolaridad argentina para poner en Tapia la culpa de todo es una gran falacia. Es una visión superficial del proceso de evolución del fútbol. Los mismos que lo aplaudieron por elegir al técnico que nos devolvió a la cima del mundo, y poner de pie una asociación que estaba a la deriva y que hace muy poco fue estudiada en Harvard como un caso de éxito, hoy lo responsabilizan por los resultados puntuales de Boca y River. No se puede analizar un fenómeno estructural con lógica de memes.
Argentina vive hace décadas una crisis económica estructural: inflación, devaluaciones, presión impositiva, falta de crédito y nula previsibilidad. En ese entorno, los clubes hacen malabares para sostenerse. Compiten en una economía que se mueve en dólares, pero con ingresos en pesos que valen cada vez menos. Los clubes no son empresas. Son instituciones sociales fundamentales.
En cada rincón del país, los clubes sacan a los chicos de la calle, abren sus puertas todos los días, dan contención, oportunidades, herramientas. Forman personas, no solo jugadores. Cumplen una función social que el Estado muchas veces no puede o no quiere asumir.
Y aún así, el fútbol argentino sigue produciendo cracks. Los Lautaro Martínez, Julián Álvarez, Enzo Fernández, Nicolás Tagliafico y Rodrigo De Paul fueron creados, formados y desarrollados en nuestra liga. El talento está. Lo que falta son condiciones para retenerlo y competir en igualdad de condiciones con el resto del mundo. Los campeones del mundo se formaron en el fútbol argentino. Eso no es casualidad: es el resultado de un sistema formativo que funciona a pesar del país, no gracias a él.
Para entenderlo, hay que mirar el consumo. En Argentina hay más de 15 millones de hogares, pero solo 1,8 millones pagan el Pack Fútbol. Cuesta $13.700 por mes (USD 11), lo que representa 244 pesos por partido. El problema no es el precio. Es que la gente no puede pagarlo.
Problemas estructurales como la reproducción ilegal de contenidos —mal llamada “piratería”— continúan afectando seriamente los ingresos del fútbol. Es un fenómeno global que erosiona el valor de los derechos audiovisuales y perjudica directamente a los clubes, que son los principales generadores del producto pero no tienen ni la responsabilidad legal ni las herramientas tecnológicas para combatirlo de forma eficaz, como si se podría hacer desde los organismos de gobierno.
Lo mismo pasa con las entradas. La cuota social promedio ronda los 20 dólares mensuales. En la gran mayoría de los clubes, esa cuota da acceso a las instalaciones todo el año y también a los partidos oficiales. Menos de 10 dólares por partido. No porque valga menos: porque se cobra lo que se puede pagar.
Los sponsors también invierten poco. ¿Por qué? Porque el consumo está frenado. Las marcas no ven retorno y eso impacta directamente en los ingresos de los clubes.
Muchos comparan con Brasil. Pero si vamos a comparar, hagámoslo completo. En los años 60, Argentina tenía el PBI más alto de Sudamérica. Hoy empata o queda por debajo del Estado de São Paulo. Lo extraordinario no es que cueste competir: es que con esta economía, el fútbol argentino siga estando entre los más importantes del mundo.
Y además, con Brasil hay otra diferencia clave: allá los sponsors reciben beneficios impositivos concretos para invertir en el deporte. Tienen exenciones, deducciones fiscales y planes estatales que incentivan el patrocinio. En Argentina, en cambio, sponsorear un club no tiene beneficio estatal alguno. Y eso también marca una distancia enorme a la hora de atraer inversión privada.
Y si vamos a aplicar la lógica de mercado que tanto gusta últimamente, digámoslo con datos concretos. En la temporada 2023/2024, según el CIES Football Observatory, los tres principales países exportadores de futbolistas fueron:
• Brasil (1.338 jugadores)
• Francia (1.091 jugadores)
• Argentina (995 jugadores)
Si el fútbol argentino no fuera competitivo, nadie vendría a buscar a nuestros jugadores. Y si bien es cierto que en este Mundial de Clubes Argentina no obtuvo los resultados deseados, tampoco hay que perder de vista el panorama regional completo.
Salvo Brasil, ningún otro país de Sudamérica logró clasificar.
Aun con todos sus problemas, Argentina sigue superando ampliamente al resto del continente en formación, exportación y protagonismo internacional. Eso también es un mérito que no puede ignorarse. Entonces, ¿qué tiene que ver si los torneos son de 20 o de 30 equipos? El desafío de mejorar el nivel es multicausal.
Además, no fue un capricho: en un país donde los ingresos por TV y ticketing son bajos, los clubes necesitan potenciar sus economías con venta de jugadores. Y para eso, el formato actual permite que más futbolistas puedan mostrarse en la máxima categoría.
Esta tendencia no es exclusiva de Argentina: FIFA y CONMEBOL ya ampliaron la cantidad de equipos participantes en sus torneos. Y otras ligas importantes del mundo anunciaron que harán lo mismo en sus primeras divisiones.
Porque si alguien todavía quiere simplificar la discusión, como decía Clinton: “It’s the economy, stupid”. Cuando no hay seguridad, ni ingresos suficientes, ni moneda fuerte, ni crédito para invertir, ni poder de compra del hincha o del sponsor… ningún club puede proyectar.
Estamos viendo en el último tiempo cierta estabilidad económica, apalancada en la baja de la inflación, que está tornando más predecible cualquier tipo de proyecto que se pueda realizar en nuestro fútbol. Será cuestión de tiempo afianzar las políticas económicas que le pueden hacer bien a nuestro país, y que seguramente le van a hacer bien también a nuestro fútbol.
¿Qué otra cosa, o qué otra industria, o qué otro sector le da y le dio tantas alegrías al pueblo argentino como nuestro fútbol?
Por supuesto, con la Selección Nacional en su mejor momento de la historia, pero también con las canchas llenas de hinchas y de familias cada fin de semana, en todos los rincones del país.
Dejemos de echarle la culpa a quienes hacen milagros con el fútbol argentino. Es hora de poner el foco en las verdaderas causas del desarrollo profundo de nuestro fútbol.
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